lunes, 4 de junio de 2007

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Tantos años huyendo y esperando, y ahora el enemigo estaba en mi casa. Desde la ventana lo vi subir penosamente por el áspero camino del cerro. Su rostro reflejaba una dureza imposible de describir, alguna cosa lo atormentaba, necesitaba desquitarse de algo, o mejor dicho, de alguien. Al momento de verlo desde mi ventana, dudé un poco que fuera él, pero en el instante en que se acercaba cada vez más, una terrible sensación de temor se apoderó de mí.
Fue en esos momentos cuando comencé a recordar lo que había pasado. Era un viernes nublado y ya empezaba a oscurecer. Me encontraba en casa junto con Marcos, la persona en quien encontré el verdadero amor. No calculé la hora a la que iba a llegar Roberto, que supuestamente estaría en la oficina hasta tarde, porque estaba cerrando unos negocios con gente del extranjero. El entró y nos vio abrazados, acariciándonos con mucha pasión. Roberto no atinó a nada más que a amenazarme con que si me encontraba, me mataría, se dio media vuelta y se retiró.
Roberto se acercaba cada vez más a la entrada de la casa, en donde pasé los últimos siete meses de mi vida, escondida, con mucho temor por las palabras que me había dicho él, porque estaba seguro de que serían verdad… y lo eran.
- ¡Abre la puerta!, ¡sé que estás ahí escondida!, gritó Roberto.
Una gota de sudor comenzó a caer sobre mi frente, estaba seguro de que sería el final de mi vida.
La puerta la echó abajo con una pala que encontró en el jardín; no sabía qué es lo que tenía que hacer, si enfrentarlo o esconderme. Tomé el teléfono para llamar a Marcos, más que nada la casa era de él, pero no había tono. Roberto subía por las escaleras a paso firme, gritando que me quería ver, que no me escondiera, porque tarde o temprano me iba a encontrar. Observé hacia la ventana, no había otra cosa que hacer. Justo en ese instante entró a mi cuarto. Se acercaba lentamente a mí, con una cara que nunca le había visto en mi vida, llena de odio, rencor, y con ganas de hacer algo para desquitarse por lo que le hice.
- ¿Por qué lo hiciste?, me preguntó.
No dije nada.
- No me has dejado otra opción, me dijo.
En ese preciso instante me largué a llorar y a suplicarle por mi vida, no encontraba la forma de persuadirlo para que no lo hiciera.
Al verme así, Roberto bajó la pala, me tomó la mano y me dijo que no se iba a rebajar a matar a una persona que no valía la pena. Sentí que una esperanza se abría frente a mis ojos.
- ¡Ándate antes de que me arrepienta!, exclamó Roberto con lágrimas en los ojos.
Me puse inmediatamente de pie, sabía que esta era la oportunidad de escapar. Comencé a paso lento, le agradecí con toda mi alma la oportunidad que me daba, me di vuelta, avancé unos pasos, y sentí un dolor indescriptible en mi cabeza…

3 comentarios:

Piita dijo...

holaaa
me encanto eso de la telefonia!
ke riko ke tengay blogs distintops a los e todos tnemos con la fotito y to eso ajaja
cuidate muxo juani
y suerte este añito
aer si nos vemos cuando vengas a viña

=**

mari dijo...

juaniiiiiii!!!!!
el otro dia no t pue postiar
sorri


oiee ta increible tu blog
m gusto

me rei mucho con la historia de telefonica
fco hablava to el dia de esoo
tava mui enojao
jajajjajajaja


mil saluos juani, maldito conchuo espozo del mariachi

oe dile a fco que es un perkin


q ti bn


marielita*la*mejor*compañera*de*la*vida*entera
jajaja
=)

Fabio Neri dijo...

Le quitaste la oportunidad de de reiniciar su vida a la pobre puta, pero se lo merecía... yo hubiese hecho aparecer al cahpulin colorado y la hubiese salvado con su astucia jajajaja weon!


te quiero